viernes, 26 de diciembre de 2008

Tu fresca presencia


Estabamos en casa de los abuelos, todos reunidos compartiendo una tarde de Navidad, distinta a las demás pues ha sido la primera que pasábamos sin la Yaya, su ausencia y la tuya, mi amor chico, copaban todas las estancias de la casa y congelaban el corazón como esas heladas que hemos estado soportando cada mañana después de tantos días de lluvia. Amanece, que no es poco, se suele decir y eso debimos pensar algunos cuando el abuelo entró a la casa con un petirrojo muerto de frio y temblando las alas, lo encontró en una de las ventanas del porche intentando orientarse. Era pequeño y menudo, con color otoño en su pecho y sus alas tierra mojada, lo traía en sus manos acurrucado y todos nos sorprendimos con aquella visita tan inesperada. Un petirrojo por navidad nos traía alegría. De pronto, sin esperarlo, echó a volar y nos interpretó por toda la sala una melodía con su batir de alas. Supe entonces que nadie vive para permanecer enjaulado, ni atado, ni prisionero de nadie, cada cual debe escoger su propio camino hacia la libertad, hacia la plenitud...los demás también debieron de pensar lo mismo pues después de toda una odisea para conseguir cogerle mientras hacía de las suyas voló de nuevo entre los frutales de la huerta.

Hacía frio todavía en la calle, quizá demasiado para aquél pequeño petirrojo, pero seguramente encontró su camino y disfrutó de la libertad.

Creo que ya había cumplido su encargo...alegrarnos la tarde y hacernos saber que estabas allí, con nosotros, como entonces, como hoy, como siempre....


Te amo con locura Marcos....feliz navidad mi amor....feliz siempre.
Mamá.

2 comentarios:

La Solateras dijo...

Bonita visita y muy sugerente.
Besos

Anónimo dijo...

A mí ese tipo de vivencias me dejan siempre, no sé, como con una sensación de desconexión con la realidad, suelen ser momentos muy especiales que luego se recuerdan toda la vida.
Un beso querida Sherpa.